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El ordenador del futuro está vivo, crece en el bosque y ya desafía al silicio


La Universidad Estatal de Ohio está detrás de un experimento que planea abrir una nueva vía en la computación orgánica. Así, gracias a sus investigaciones, han demostrado que hongos comunes (como, por ejemplo, el shiitake) son capaces de almacenar y procesar información digital. Gracias a ello, no solo amplían una vía de investigación con mucho potencial, sino que abren paso a la posibilidad de lograr una informática más ecológica.

Según la investigación, los tejidos fúngicos de los hongos sirven como base orgánica para «memristores», una serie de dispositivos que recuerdan la actividad eléctrica y, por tanto, son esenciales para crear memoria electrónica. Así, aunque tanto tecnicismo suene complejo, se puede resumir de forma sencilla: gracias a unas estructuras llamadas micelios, los hongos pueden conducir y almacenar señales eléctricas sin necesidad de materiales metálicos y, por tanto, sin generar grandes gastos energéticos.

Gracias a lo visto en los experimentos, los circuitos formados por hongos demostraron que son capaces de cambiar de estado eléctrico hasta 5.850 veces por segundo, un aspecto al que se le debe sumar su capacidad de conservar el 90% de la señal como memoria temporal. Así, al conectar varios hongos, los investigadores obtuvieron redes que imitan la actividad neuronal, una forma de computación inspirada en la biología.

A diferencia de lo que sucede con los inventos más importantes del sector tecnológico, los hongos no necesitan tierras raras ni procedimientos industriales contaminantes, ya que son biodegradables y energéticamente sostenibles. John LaRocco, por ejemplo, destacó que estos materiales incluso pueden mantener una «memoria» sin energía constante, un aspecto crucial para reducir el consumo energético de los sistemas informáticos.

¿Los hongos son el futuro de la informática?

El estudio, por tanto, combina el cultivo biológico con principios de diseño electrónico, llegando a marcar un paso clave hacia campos como la bioelectrónica o la computación sostenible. Así, entre los desafíos principales se encuentra la intención de miniaturizar los componentes y, al mismo tiempo, estandarizar las propiedades eléctricas para competir contra los chips de silicio.

Si nos vamos a futuras aplicaciones, los ordenadores construidos con hongos pueden tener impacto en sensores aeroespaciales, pero también en dispositivos portátiles o sistemas de computación biológica. Gracias a la conectividad natural de las redes miceliales, se pueden llegar a convertir en una gran alternativa a la computación tradicional, pero lo más probable es que nunca sea capaz de competir contra ella.

Imagen principal hecha con inteligencia artificial (3DJuegos)

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